Joachim Meisner murió pacíficamente mientras dormía en la ciudad de Bad Füssing, en el sur de Alemania, dijo un portavoz de la archidiócesis de Colonia.

Meisner era conocido por su estilo franco y autoritario, así como por sus estrictas opiniones sobre el sacerdocio femenino y la abolición del celibato.
Nunca faltó una orientación clara por parte del antiguo arzobispo de la ciudad, que se veía a sí mismo como un guardián de la doctrina de la fe, y de la moral social. Incluso poco antes de su muerte, se manifestaba en contra de la doctrina liberal del Papa Francisco sobre el matrimonio.
El clérigo, nacido en 1933 en la ciudad silesia de Breslavia (actual Breslavia), desarrolló su capacidad de resistencia en la antigua Alemania del Este. De niño, huyó con su familia de lo que fue Polonia a la Turingia administrada por los soviéticos. Allí, tras un aprendizaje, se convirtió en sacerdote y luego en arzobispo auxiliar. En 1980, fue nombrado obispo de la dividida ciudad de Berlín, donde se enfrentó al líder de Alemania Oriental, Erich Honecker, y a sus camaradas. En 1983, Meisner fue nombrado cardenal.
Nueve meses antes de la caída del Muro de Berlín, en febrero de 1989, Meisner se trasladó del Spree al Rin. En Colonia, su cuarto «hogar», la batalla ya no era contra un ateísmo prescrito por el Estado, sino contra un mundo orientado al consumo que parecía haber olvidado a Dios.
Analogías del Tercer Reich
Una vez se refirió a sí mismo como «un luchador de la resistencia por Dios», y a veces fue criticado por su afición a comparar casi todo lo que le disgustaba con los nazis de Adolf Hitler. El destacado ateo Richard Dawkins consideraba a las personas como meros «contenedores de los importantísimos genes», decía Meisner, al igual que los nazis las veían como portadoras de las cualidades genéticas de una raza. Comparó el medicamento Mifepristone (o RU-486), una píldora abortiva para el primer trimestre, con el gas Zyklon B utilizado en las cámaras de gas.
En un sermón de 2005, comparó el aborto con el Holocausto: «Primero fue Herodes, que mató a los niños de Belén, luego Hitler y Stalin, que exterminaron a millones de personas, y hoy, en nuestra época, se está matando a millones de niños no nacidos».
Según Meisner, incluso una sentencia del Tribunal Constitucional alemán de 1985 que prohibía los crucifijos y otros símbolos religiosos en las escuelas estatales no religiosas (Alemania también tiene escuelas estatales religiosas) era un retroceso a las políticas de Hitler.
¿Una comunión impía?
Aunque Meisner tenía sus diferencias con Francisco, consideraba que sus predecesores, Juan Pablo II y Benedicto, estaban de su lado.
Para el arzobispo, hablar del fin del celibato y de la ordenación de mujeres sacerdotes era inaceptable. También lo era el documento Amoris Laetitia (La alegría del amor) de Francisco, que siguió a los dos sínodos del pontífice sobre la familia. Trataba el espinoso tema de los sacramentos para los divorciados y vueltos a casar.
Meisner, junto con otros tres cardenales, escribió una punzante carta al Papa, pidiéndole que aclarara varias dudas sobre la idea de que las personas que se habían divorciado y vuelto a casar pudieran recibir la comunión. El Papa no respondió. La doctrina expuesta en Amoris Laetitia no le gustó a Meisner.
A Meisner no sólo le interesaba la política de la Iglesia. Le movían, sobre todo, sus principios éticos y sociales. Cuando la edad le obligó a retirarse, después de 25 años al frente del arzobispado de Colonia, su nombre se había hecho inseparable de la cuestión del aborto.
Cuestiones de vida y muerte
Por iniciativa suya, en 1999 el Papa Juan Pablo II puso fin a la participación de la Iglesia en el asesoramiento de las mujeres embarazadas que pudieran estar pensando en abortar.
Esta medida abrió una brecha moral entre los miembros de la fe católica en Alemania.
Meisner también se mostró activo en el tema de la eutanasia. Se opuso con vehemencia a los intentos de permitir el suicidio asistido. «Una persona puede morir a manos de otros, pero no por su propia mano», dijo el cardenal.
Para Meisner, celebraciones religiosas como la Jornada Mundial de la Juventud de 2005 en Colonia o el Congreso Eucarístico de 2013 -con sus elementos de culto y confesión- se tenían en mayor estima que el Congreso Católico Alemán, en el que, en su opinión, había «demasiada discusión y muy poca oración.»
Otro ejemplo de su conservadurismo fue la respuesta de Meisner a la vidriera de Gerhard Richter en la catedral de Colonia, un sencillo muro de unos 11.263 cuadrados multicolores.
Al cardenal no le gustó nada la vidriera de Richter. La ausencia de figuras humanas, en su opinión, era un guiño al arte islámico y más adecuado para una mezquita que para el elevado edificio gótico de Colonia.